En el año 2000, tenía 7 años y por mi cumpleaños papá me
construyó la que sería mi primera propiedad, una gran casita de la Barbie, esta
estaba elaborada con tripley, palitos de chupete, madera, pero especialmente
con demasiado amor.
Por esos años, el rosado era mi color favorito, tenía el
cabello que medía más abajo de mi cintura, me gustaba recitar poesía y me
gustaba modelar para el gran proyecto fotográfico de mi padre, la cual ha sido
una de mis más grandes y hermosas herencias, retratar mi infancia en fotografía
tomadas con cámara de rollo e impresas en papel fotográfico y
guardadas en grandes álbumes.
Eran épocas en las que el internet aún no era parte de
nosotros, en la que escuchar música, jugar con tus amigos y leer miles de
libros era parte de nuestro día a día.
Yo cursaba el segundo grado de primaria, en un colegio cerca
a mi casa que me inculcó el amor por las matemáticas y la poesía, un amor
que era increíblemente compartido con mi padre a quien le debo mis dos amores
más grandes, el de escribir y tomar fotografías.
Recuerdo que Almendra vivía en mi casa y muchos nos
confundían de gemelas, teníamos la misma edad y cada tarde luego del colegio
nos pasábamos horas de horas jugando a las muñecas en esta gran casita rosada;
mis padres con su inmenso corazón me compraron más de 20 muñecos entre Barbies,
Ken, Stacie y Chelsea, tenía prácticamente a toda la familia y eso nos permitía
a Almendra y a mí, recrear miles de historias, nuestra imaginación volaba a mil
por hora, y siempre había el entusiasmo y las ansias de llegar a casa a crear
una historia nueva.
16 años después, ver esta foto es volver a sentir esas
tardes cálidas, esas tardes de leche caliente con Choco Soda derretido, esas
tardes en las que a pesar de ser hija única tenía en mi casa a mi mejor amiga
de toda la vida con quien compartir miles de momentos y entre ellas el amor por
las muñecas, tardes en las que junto a Barbie podía interpretar miles de
profesiones, dar a solución a diversos problemas, a luchar contra el enemigo y
ayudar a los que más necesitaban pero más allá de eso, esta gran casa rosada
que era más grande que yo, fue un nexo para lograr ser la persona que soy
ahora: cada parte, cada pieza, cada momento, cada historia creada, cada persona
que compartió y conoció esa casita se convirtió en una persona importante en mi
vida y es que en la vida las cosas materiales no son las que de por sí son
importantes, sino son los momentos que te permite compartir, son las personas
con las que compartiste y logras crear un lazo irrompible.
Ahora ya no tengo esa casita, ya no tengo el cabello largo
ni tampoco me gusta el color rosado, en cambio tengo una familia unida, un
padre que día a día me demuestra a mí a mamá y a mis hermanos el amor infinito
que nos tiene, una madre que me llena de amor, unos hermanos con los que siento
completa mi vida, una amiga que se convirtió en mi hermana y que a pesar de
estar a miles de kilómetros de distancia sabemos que el cariño sigue intacto.
Hagamos que pequeños momentos sean inolvidables, busquemos
rodearnos de personas que nos quieran y nos nutran y siempre valoremos todo lo
que nos pasa y lo que hacen por nosotros, y lo más importante: hagamos siempre lo que nos hace feliz.
Gracias papá y mamá por todo lo que han hecho y hacen por mí.
Los amo siempre